Una de las primeras participaciones de don Modesto como ingeniero civil, fue en la construcción de una de las obras de infraestructura más importantes y espectaculares de la época porfirista: la construcción del acueducto para dotar de agua a la Ciudad de México, el cual llevaba agua potable desde Xochimilco hasta la Ciudad de México. Con esto resolvieron una larga historia de falta de agua de calidad en la ciudad. Todavía hoy en día esta obra es visible por las torres de respiración que se aprecian a lo largo de la Av. División del Norte.
El reconocido ingeniero Manuel Marroquín y Rivera, director de la obra, a fines de 1905 contrató al Ing. Modesto Rolland para trabajar en esa obra que concluyeron en 1908. La responsabilidad del Ing. Rolland evolucionó con el tiempo; en un principio fungió como ayudante del director, como calculista y proyectista en la realización de varios componentes del proyecto; entre ellos los de la Casa de Bombas número 1 (que era el de la Condesa), de los grandes depósitos o tanques en Lomas de Molino del Rey o de Dolores, de las cámaras de válvulas y de la galería central. Concluida su etapa de calculista y diseñador, fue comisionado a trabajar en ejecución de obras, primero como ayudante del residente de los grandes depósitos o tanques de Dolores. Con esa experiencia pasó a ser el encargado de la cimentación de la Casa de Bombas de la Condesa, y finalmente gracias a la experiencia que había adquirido se le comisionó como residente titular la construcción del vertedor de La Piedad y del último tramo del acueducto circular hasta la Casa de Bombas de la Condesa.
Esta construcción en la Condesa, la Casa de Bombas, distribuía el agua a toda la ciudad y la elevaba hasta cuatro tanques gigantes de regulación de 50,000 m3 c/u, ubicados en el Parque de Dolores, en lo que ahora es la ampliación del Parque de Chapultepec, frente al Museo de Historia Natural. Estos grandes tanques, a más de cien años de su construcción, actualmente siguen siendo uno de los principales cuerpos reguladores de presión del sistema hidráulico de la ciudad. El sistema sigue funcionando, con la salvedad del bello edificio de la Casa de Bombas de la Condesa.
Éste, al resultar un obstáculo para la traza de las nuevas vialidades de la Ciudad de México construidas en los 1970, Patriotismo y Revolución, fue desmantelado, trasladado y reconstruido, piedra por piedra, para alojar la Casa de la Cultura en el acceso al Bosque de Tlalpan en la calle Camino a Santa Teresa, frente a la sede del Colegio de Ingenieros Civiles de México.
Esta gran obra de infraestructura fue su principal fuente de aprendizaje en el uso del cemento armado, por ello, el Ing. Rolland se refirió siempre con reconocimiento al Ing. Marroquín como su jefe y maestro. Incluso en una breve autobiografía que me dejó don Modesto reitera dicho reconocimiento; el ingeniero Marroquín tuvo una gran influencia en él, pues fue precisamente en esta construcción bajo su guía cuando se especializó en el cálculo y uso de cemento armado.
Vista del acueducto ovoide. 1908. Dominio público. Vista del acueducto ovoide colado y un respiradero. 1908. Dominio público.
Terminado su trabajo del acueducto a fines de 1908 nació en él la inquietud de procurar el desarrollo de México, por ello don Modesto organizó un Club de Ingenieros para estudiar los problemas del país y así impulsar la solución de, entre otros, la nacionalización de los trabajadores de los ferrocarriles y el establecimiento del ahorro postal.
El excelente desempeño de don Modesto y su proactividad fue arando el camino que lo llevó a grandes proyectos. Una nota del periódico El Imparcial resume este parteaguas al señalar que en agosto de 1909 el Ing. Rolland se propuso ante la Dirección de la Escuela Nacional de Ingenieros para impartir cursos sobre concreto armado y solicitar el uso del laboratorio de la clase de procedimientos de construcción para los experimentos respectivos. La dirección, en vista de los progresos realizados durante aquellos años en las construcciones de concreto armado, siguió con interés este sistema de construcción por lo que acogió con beneplácito la idea de don Modesto; la reconocieron por su utilidad para extender los estudios teóricos y experimentos de laboratorio sobre el concreto reforzado.
A partir de dicha nota se puede apreciar que los maestros de la Escuela Nacional de Ingenieros tenían nociones básicas sobre el concreto armado, pero no tenían conocimiento pleno de su cálculo y aplicación; y por esta razón apoyaron para que se realizaran las conferencias que fueron el inicio de la enseñanza de esta materia en México.
Al año siguiente de establecer la cátedra, el Ing. Rolland escribió e imprimió en 1910 un Manual para el cálculo de cemento armado, como apoyo a sus estudiantes de esta nueva materia y lo reeditó en 1945 y 1948. Otto Fritz recuerda que fue don Modesto quien había impartido la primera clase de Concreto Armado en México en el año de 1909, y agrega que la primera cátedra de Concreto Preesforzado la había dado él, unos cincuenta años después.
Don Modesto continuó estudiando el cálculo y analizando el uso del cemento armado junto con sus amigos, el ingeniero Edmundo Cardineault y el Ing. Salvador Vazquez Schaffino, con quienes realizó inumerables pruebas y experimentos con cemento para producir concreto.
Para entender la magnitud de lo que estaba haciendo don Modesto es importante mencionar que en esa época (al principio del siglo XX) el cemento no se fabricaba en México; el poco que se importaba se empleaba, principalmente, para fabricar mosaicos, no para la construcción. De ahí lo revolucionario que resultó la aportación de don Modesto al comprender el comportamiento de este material para su aplicación en la construcción de México.
